Murcia no había sido testigo de una nevada desde hace 34 años. Puedes recordarlo en este vídeo. Pasadas las diez y media de la mañana del miércoles 18 de enero de 2017, la intensidad de los copos fue creciendo. Y la ciudad quedó cubierta por un manto blanco.
Esta semana España ha vivido una ola de frío que ha traido precipitaciones en forma de nieve en puntos en los que no estamos acostumbrados. Es el caso del arco mediterráneo español, desde Castellón a Málaga.
Aún así hay más precedentes. Por ejemplo, entre el 25 y 27 de diciembre de 1926 durante la noche de Navidad, en Alicante empezaron a caer grandes copos en el interior de la provincia. La nieve llegó a cuajar en otras ciudades costeras del sudeste como Almería, Torrevieja, Cartagena, Málaga e incluso en Sanlúcar de Barrameda.
En zonas del interior de Alicante, Murcia o en el este de Andalucía, los espesores llegaron a ser notables.
No es algo habitual, tal y como explica el meteorólogo José Miguel Viñas:» no todos los años logra descolgarse un aire tan frío hasta el Mediterráneo». Según resalta, «este año lo ha conseguido por dos veces».
En este sentido recuerda que a principios de enero las nevadas a nivel del mar se produjeron en la parte oriental de la cuenca, afectando de lleno a países como Turquía, Grecia y también al centro-sur de Italia.
Ahora el coletazo polar ha llegado hasta el Mediterráneo Occidental, con las consecuencias que hemos visto en algunas zonas del litoral mediterráneo peninsular, preferentemente en el sureste y también en Baleares, aunque las nevadas también llegaron a muchos lugares de Málaga y Granada.
¿Pero estamos ante una situación extraordinaria? «Sí y no. Esta ola de frío no va a formar parte de las históricas, principalmente porque no que no va a ser muy duradera», explica el meteorólogo. «Sin embargo, es excepcional el hecho de que haya nevado en algunas zonas de costa donde hacía muchos años que no lo hacía».
A su entender, este hecho sí que hace «singular» a esta entrada fría, pero «no podemos hablar de una gran ola de frío, aunque se cumplan algunos de los criterios empleados para calificar a este episodio invernal como tal».
Lo cierto es que es «pronto» para saber si nos encontramos ante un invierno excepcional. En climatología se considera invierno al trimestre enero-febrero-marzo, por lo que todavía no hemos alcanzado el primer tercio de la estación.
Según Viñas, «pensando solo en el mes de enero, por ahora hemos vivido un par de entradas frías de cierta enjundia, por lo que está siendo un enero más frío que lo que dicta la media climatológica».
«Hemos de tener en cuenta también que en los últimos años están siendo relativamente frecuentes los eneros suaves (extensible a toda la estación invernal), por lo que cuando tenemos una ola de frío como las de estos últimos días, nos pilla bastante fuera de juego, ya que lo que antes era la norma ahora es la excepción», detalla el experto.
¿Cómo se producen las olas de frío?
Las olas de frío son la consecuencia de los desplazamientos de las masas de aire frío que en invierno se instalan y refuerzan en las regiones continentales del hemisferio norte (pensando en las olas de frío que nos afectan). La propia dinámica atmosférica provoca que a veces esas lenguas de aire frío se muevan y se desplacen hacia latitudes más bajas, afectando a países como el nuestro.
Por lo general, las olas de frío afectan a veces a España, pero no todos los años recibimos la visita de una masa de aire polar continental en condiciones, «tan fría y tan seca», resalta Viñas. Sí que es normal que en invierno nos afecten masas de aire de origen polar más o menos frías y cargadas de humedad, generadoras en la mayoría de los casos de temporales invernales.
La influencia de la geografía en las olas de frío
Las sierras que hay junto al mar favorecen los ascensos de aire. Con la masa de aire tan frío que ha llegado, es factor orográfico ha contribuido a inestabilizar la atmósfera, llegando en algunos sitios a producirse nevadas con actividad tormentosa.
Tampoco han faltado granizadas y nieve granulada debido a lo que en Meteorología llamamos «descargas frías». Además, las montañas también han favorecido el llamado «efecto disparo», lo que aumenta la eficiencia de las precipitaciones, acumulándose cantidades destacadas, tanto de lluvia (en la costa) como de nieve (en el interior).
En España, la temperatura más baja registrada en la historia se corresponde a la ola de frío más potente de la historia del país, la de febrero de 1956. Por aquel entonces en muchos lugares la temperatura bajó de los 20 grados negativos, pero en el Lago Estangento (Lérida) situado a más de 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, la temperatura bajó de forma oficial a los -32 ºC.
Se cree que en otros puntos más altos del Pirineo, donde en esos años la red de estaciones meteorológicas era bastante escasa, la temperatura pudo llegar aquella madrugada hasta los 40 grados bajo cero.
En la localidad turolense de Calamocha, situada a poco más de 800 metros sobre el nivel del mar, la temperatura descendió hasta los 30 grados bajo cero el 17 de diciembre de 1963. El récord de temperatura mínima más baja correspondiente a una capital de provincia, pertenece a Albacete con un registro que llegó hasta los -24ºC el 3 de enero de 1971.
En cuanto a las máximas, se dice que a lo largo del siglo XIX en Córdoba y Sevilla se superaron los 50 grados, pero no hay registros oficiales. Por ello y de forma oficial, el 4 de julio de 1994 en Murcia se alcanzaron los 47,2ºC. Córdoba y Sevilla comparten la segunda plaza con un registro de 46,6ºC, que en ambas ciudades se registró en la imponente ola de calor de 1995.
¿Tienen relación estas nevadas en el sureste con el cambio climático?
«El cambio climático está ahí, actuando silenciosamente, en la sombra, pero de forma continuada», explica Viñas. A su juicio, siempre habrá olas de frío «más o menos intensas en invierno». No obstante «lo que empieza a constatarse es que cada vez tenemos inviernos menos largos y rigurosos«. Esa es para Viñas la manera en que está actuando el calentamiento global.
Sobre si el cambio climático evita o modifica los extremos meteorológicos, Viñas aclara que «la relación debe existir, pero no es fácil de establecer». «No es directa. La variabilidad natural está continuamente actuando, y es difícil discernir si un episodio concreto, como una ola de frío más o menos duradera, está relacionada con el cambio climático».
Además, según detalla el meteorólogo, «hay que tener una perspectiva, tanto espacial como temporal, amplia para establecer la conexión. En un planeta más cálido como el actual, lógicamente la dinámica atmosférica no es ajena a ese cambio, por lo que deben empezar a detectarse cambios. Actualmente esa es una de las líneas de investigación en las que más se está trabajando».