En Chipre, un buen día de diciembre de 1963, tras los violentos enfrentamientos ocurridos en Nicosia entre las comunidades griega y turca, un general a cargo de las tropas británicas llegadas para supervisar el alto el fuego dibujó una línea verde con un rotulador del mismo color sobre el mapa. Era la línea que separaba la zona griega de la turca.
Y como tal pasaría a la historia: como la línea verde. La línea se fortaleció con la invasión por parte de Turquía de la isla en julio de 1974. Desde entonces quedó aislada del contacto humano, a excepción de las fuerzas de pacificación de la ONU que, de cuando en cuando, patrullaban la zona.
Nadie intuía que años después esa denominación, la de la línea verde, adquiriría una nueva dimensión. Sería gracias al trabajo de la naturaleza.
Espacios separados por el hombre, unidos por la naturaleza
Hay espacios en el mundo que el hombre se ha empeñado en separar y la naturaleza ha trabajado para unir. La citada línea verde de Chipre es un ejemplo, pero hay más, como la frontera entre las dos coreas o la que divide Hong Kong de China. El telón de acero, que separaba Europa en la Guerra Fría es otro. Son ejemplificaciones de los denominados «parques involuntarios».
El neologismo es una creación del escritor ecologista Bruce Sterling. Sirve para describir las áreas que han sido deshabitadas por razones ambientales, económicas o políticas. Según este autor «han perdido su valor para ser tecnológicamente industrializadas» y la naturaleza posteriormente, una vez abandonadas, ha ocupado el espacio. Aquí nos centraremos en los parques involuntarios nacidos del afán de división humano, las citadas zonas fronterizas.
En el caso de la Línea Verde, la desocupación humana ha permitido por ejemplo que los muflones se reproduzcan sin miedo a los cazadores. La vida silvestre se ha abierto paso entre las casas de pueblos que tuvieron que ser abandonados en 24 horas tras la ocupación turca, como es el caso de Variseia.
Y en esta extraña reconquista del espacio, la naturaleza va absorbiendo lentamente los restos de la actividad humana. Los árboles y la vegetación se apoderan de las casas en un proceso que requiere de tiempo.
La zona de amortiguamiento que conforma la línea verde enlaza una sucesión única de paisajes y constituye una muestra representativa de la ecología de la isla.
En su parte más estrecha mide sólo 3,5 metros y 7,5 en la más ancha. Recorre desde los deltas y las playas de arena de la costa este a las orillas rocosas de la costa oeste. En su camino pasa por zonas de humedales, llanuras fértiles, colinas y montañas.
En 2007 se llevó a cabo el primer intento científico para evaluar la flora y la fauna de la zona de seguridad. Lo realizó un equipo formado por 14 expertos de las comunidades griega y turca de la isla.
Analizaron los diferentes tipos de hábitats y encontraron flora endémica vulnerable así como especies de fauna que incluyen el citado muflón de Chipre, al borde de la extinción hace una década, y la foca monje del Mediterráneo, una de las especies con más alto peligro de desaparecer a día de hoy.
La Zona Desmilitarizada de Corea
El caso de Corea es más paradigmático si cabe ya que lleva aún más años casi intacto. La Zona Desmilitarizada (ZDC), que separa Corea del Norte de Corea del Sur, mide cuatro kilómetros de ancho y 238 de longitud.
El corredor transcurre en las inmediaciones del paralelo 38, por la línea militar de demarcación establecida en 1953 en el armisticio entre los dos países. La zona cuenta con un interesante hábitat natural y una gran biodiversidad ecológica.
De hecho, diversos equipos de investigación que la han estudiado han encontrado en la zona más de 50 especies animales y 12 vegetales. Además, estiman que pueden encontrarse más de 80 tipos de especies marinas y 50 clases de mamíferos. El gobierno de Corea del Sur propuso a las Naciones Unidas que una parte de la ZDC fuera declarada reserva natural por la UNESCO.
Se considera que es uno de los hábitats templados mejor conservados del mundo. Está prácticamente deshabitado exceptuando los pueblos de Kijong-dong en el norte y el de Daeseong-dong en el sur.
Entre las especies que pueden encontrarse en ese hábitat se encuentran el gato salvaje coreano, la grulla de corona roja, el leopardo del Amur, y el tigre coreano, una subespecie del tigre siberiano y uno de los felinos más raros del mundo.
En total, se calcula que más de 20.000 aves migratorias utilizan esta franja. Se apañan para evitar las zonas minadas, aunque muchas de ellas son demasiado antiguas para estar aún activas.
La Zona Desmilitarizada de Corea cuenta con un grupo de apoyo, el foro DMZ (por las siglas en inglés), que busca sustentar «la conservación del los recursos culturales y biológicos únicos de la zona, transformándola de un símbolo de la guerra y la separación a un lugar de paz entre las personas y entre las personas y los animales».
Otros parques involuntarios del pasado
En el pasado, otras líneas divisorias se han convertido con el paso de los años en parques involuntarios. Es el caso del telón de acero, que en la actualidad busca ser, con sus 6.800 kilómetros, un enorme parque natural que conecte el mar Báltico y el Mediterráneo. Es el cinturón verde europeo.
Durante cuatro décadas, como ocurre en los casos que hemos visto, la flora y la fauna se desarrollaron libremente en varios kilómetros de ancho a ambos lados de ese telón. Ahora el viajero puede recorrer en bicicleta 40 años de historia por este cinturón verde que un día fue de cercas de púas y vallas electrificadas.
Para remontarse a los orígenes de esta ruta hay que viajar a 1989, cuando a un diputado del Bundestag se le ocurrió pedalear los 160 kilómetros del antiguo muro de Berlín, derribado ese mismo año.
La idea se extendió a nivel nacional y acabó siendo un sendero para bicicletas. Así, la frontera que supuso la división desde 1952 hasta 1989 entre las antiguas dos Alemanias se convirtió en un paseo ciclista de 1.378 kilómetros.
La iniciativa, llamada Conocer la historia, fue trasladada después a la UE. En el verano de 2009 recibió el apoyo económico por parte de la Comisión Europea, que junto a instituciones de los diferentes países por los que pasa la ruta ha impulsado la iniciativa.
Echando la vista más atrás, otras murallas históricas se han convertido también en lugares naturales y culturales de primer orden. Es el caso del Muro de Adriano, que se extiende 130 kilómetros a lo largo de Gran Bretaña y es Patrimonio Mundial de la UNESCO. Algo parecido ocurre con la Gran Muralla China, antaño delimitadora de las fronteras chinas, que a día de hoy, además de ser un monumento único en el mundo, está rodeado de naturaleza en estado puro.
* Fuentes: Este artículo, este, de la BBC, y este de The Independent, sobre la línea verde de Chipre. Este artículo de la CNN sobre la línea desmilitarizada de Corea. Este artículo sobre los parques involuntarios y este más completo, en inglés. Este artículo de El País sobre el ‘cinturón verde’ europeo.
Que bien que la naturaleza no sepa de colores partidarios. Aunque parece que si sabe política: si ideal es el bienestar.
Gracias por esta entrada! Muy impactante.
La naturaleza no entiende de límites antrópicos…y bien que hace! Enhorabuena por esta web, es genial!!
Afortunadamente la naturaleza no los pone límites que nos imponemos los humanos! Muchas gracias Margarita. Un saludo!
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