“Conócete a ti mismo”. Ese aforismo, de gran recorrido en las fuentes literarias clásicas, corona el contexto representativo de uno de los mapas más misteriosos y conjeturables de la cartografía moderna.
Muy poco se sabe sobre él, y algo nos lleva a suponer que el propio mapa se burla de todo, incluso del espectador. ¿Por qué?
Vayamos por partes. ¿Conocemos algo en firme sobre este grabado, más allá de conjeturas y suposiciones? Casi nada. No tenemos una fecha exacta, no conocemos su autoría, y mucho menos su significado.
Una de las obras cartográficas más apasionantes
Casi lo único que sabemos con certeza son sus dimensiones: 35×48 cms. Y será por eso, por su carácter críptico, por lo que se ha convertido en una de las obras cartográficas más apasionantes para los estudiosos; en palabras del investigador Frank Jacobs “uno de los mayores misterios en la historia de la cartografía occidental”.
Esta obra, tradicionalmente conocida en el contexto anglosajón como “Fool’s Cap Map” (literalmente “Mapa del Gorro del Bufón”), representa justo eso: el busto de un bufón, tocado con un gorro con dos cascabeles, y un mapamundi ocupando el lugar de su rostro. Y aquí empieza el misterio.
Si nos fijamos en el mapamundi, el mundo ya se representa según la proyección de Ortelius. Dado que el Theatrum Orbis Terrarum del cartógrafo flamenco se edita en 1570, podemos afirmar que el grabado se realizó en el último cuarto del siglo XVI, entre 1580 o 1590 según las teorías más aceptadas.
Pero ¿por quién? Una rápida ojeada por el grabado nos da una posible solución: en la esquina superior izquierda vemos el nombre “Orontius Fineus”, más conocido como Oronce Finé, matemático y cartógrafo francés, figura bastante importante del academicismo científico de la época. Puede que ya tengamos al autor. Pero no.
Oronce Finé fallece en 1555, más de veinte años antes de la creación del grabado. Entonces, ¿por qué aparece su nombre a modo de firma? Otra pregunta sin respuesta aparente.
Pero eso no es lo único: a la izquierda del “rostro” del bufón, una cartela reza lo siguiente: “Demócrito de Abdera se burló, Heráclito de Éfeso lloró, Epictonio, ciudadano del mundo, lo diseñó”.
La mención a Demócrito y Heráclito es una clara referencia a un tema literario y artístico de gran recorrido desde el período clásico, con un gran éxito representativo durante el Humanismo: el filósofo que llora y el filósofo que ríe.
Mientas Heráclito, con una actitud pesimista y oscura, llora amargamente por la condición humana, Demócrito se burla de ella. La dicotomía pesimismo/optimismo, seriedad/ligereza no puede ser más clara. Pero ¿qué hay de la tercera alusión? Epichtonius Cosmopolitas.
“Epictonio, ciudadano del mundo”. ¿Qué mejor manera de aludir al anonimato? No conocemos a ningún Epichtonius en otras fuentes, y ese “ciudadano del mundo” esconde, al contrario que las otras dos referencias, un lugar específico de origen. El autor no quería ser reconocido, y la forma de mostrar esa búsqueda de anonimato no es otra que el humor, la burla, la trampa.
Visión desacralizada y melancólica del mundo
En cualquier caso, si nos fijamos en las inscripciones que nos muestra el grabado, puede que el dato más importante no sea el autor de la obra, sino su contenido, o más bien su mensaje. Todo un catálogo de proverbios latinos y fragmentos bíblicos nos indica una visión desacralizada y en ocasiones melancólica del mundo en que vivimos.
Desde el latino noscete ipsum (“conócete a ti mismo”) hasta frases extraídas de la Biblia (Vanitis vanitatum et omnia vanitas, “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” – Eclesiastés 1:2, o Stultorum infinitus est numerus, “El número de los necios es infinito” – frase que aparece en el Eclesiastés 1:15 de la Vulgata Antigua, modificada en el Concilio Vaticano II en 1965).
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La fugacidad del mundo
Justo encima del mapa, una frase extraída de la Historia Natural de Plinio el Viejo (libro II, capítulo 72), alude de nuevo a la fugacidad del mundo: ‘Entre todo el universo la Tierra no es nada, esta es la sustancia de nuestra gloria, esta es nuestra morada, aquí es donde ocupamos posiciones de poder y codiciamos riquezas, y arrojamos a la humanidad a un alboroto, y libramos guerras, incluso entre civiles”.
En la ficha de la obra en la web del National Maritime Museum de Londres podemos encontrar la traducción y fuente original de las inscripciones.
El mapa, ¿una crítica?
¿Y el mapa? ¿Es una simple referencia al mundo de la época? En ese caso, ¿por qué ahí? ¿Por qué enmarcado en el gorro de un bufón? Aquí, las teorías se multiplican. En el contexto europeo tardomedieval y moderno, el bufón era el único que podía decir ciertas cosas sin castigo, incluso delante de la nobleza y los monarcas; era el único que podía criticar la realidad libremente.
En este sentido, varios investigadores han entendido este mapa como una crítica a la falta de exactitud de las representaciones cartográficas de la época, en un momento creciente de descubrimientos geográficos y actualización de su plasmación gráfica; es decir, una crítica a la realidad imperante en el momento.
Otros se inclinan por la idea de que la inclusión del mapa en la cara del bufón nos transmite un mundo oscuro, irracional, en el que la vida es corta y cruel. Y quizás el mensaje no sea otro que el que el mundo no es más que una gran broma.
El mundo es una locura
Una gran representación fútil y absurda, nada más y nada menos que el theatrum mundi, el teatro del mundo propio de la filosofía clásica.
Un mundo en el que los locos son los únicos que caben, un mundo en que la locura es la única que afecta a todos los estamentos sociales, políticos y raciales. Esto es algo de lo que ya hablaba Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la Locura, publicado, curiosamente, varias décadas antes.
Pero todo esto no son más que interpretaciones. Lo único que nos muestra este grabado de manera clara es que un mapa no solo es una simple representación del mundo. Un mapa es una idea, un elemento cultural y filosófico que nos dice infinitamente más de lo que parece.
Los mapas son el conocimiento del espacio geográfico y para acceder a él, es necesario decodificar el lenguaje simbólico y los códigos que contienen, es decir, es una forma de alcanzar un mundo de
saberes
El mundo no acaba cuando la cartografía lo representa, ésta sólo se acerca un poco a su conocimiento.
Muy buen artículo.
Un artículo maravilloso, muy interesante y muy bien escrito
Me declaro fan total de Geografía infinita
Maravilloso artículo