Una imagen de los preparativos de los Juegos Olímpicos en París.

Los Juegos Olímpicos como muestra del poder blando de los países

Lo volvemos a ver en París 2024. Los juegos olímpicos son un claro indicador del poder blando o ‘soft power’ de los países. Sirven como un espacio en el que el país anfitrión muestra cómo se ve en el mundo y de ese ejercicio de “proyección” e imagen pueden escudriñarse algunos elementos del “alma” del país. 

También sirven como espacio en el que medir fuerzas a base de medallas entre potencias. Hemos visto batallas “cruentas” entre la Unión Soviética y Estados Unidos en la guerra fría. Hoy China pone toda la carne en el asador para tratar de asaltar la primera plaza en el medallero.

Cuando hablamos de “poder blando”, nos estamos refiriendo a una serie de atributos a través de los cuales un Estado muestra su marca país, su visión del mundo y sobre todo, cómo se proyecta en el mundo. Un imán que puede hacer atractivo el país en el ámbito de los intangibles. Y Francia sabe de eso un rato. Ha sabido gestionar su poder blando o imagen-país a lo largo de la historia como pocos. 

Este poder blando viene a ser la capacidad que tienen los estados para persuadir a otros sin hacer uso de la fuerza. Un concepto que enlaza de manera directa con la reputación de los países y que sirve hoy en día para analizar desde una perspectiva más amplia las relaciones internacionales. 

De este modo, un país utiliza elementos como la cultura, el deporte, su modelo social o político para resultar atractivo a través del ejercicio de este poder de seducción entre estados o ‘soft power’. Los países refuerzan sus atributos y sacan lo mejor de sí para ligar con más éxito en el tablero internacional. El término ‘soft power’ fue acuñado en los noventa por Joseph Nye, en su libro ‘Bound to lead: The changing nature of American Power’. 

La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 

Los Juegos Olímpicos son sin duda una ocasión perfecta para demostrar ese poder blando. Y dentro de ese ejercicio de demostración, uno de los momentos clave lo constituye la ceremonia de inauguración. 

Allí es donde el país organizador busca mostrar sus grandezas, en un ‘cocktail’ que entrelaza deporte y cultura. Todo bajo los ojos del poder político, siempre bien representado en estas ceremonias a escala planetaria. También bajo la atenta mirada de las audiencias millonarias que es capaz de congregar el que posiblemente sea el mayor evento de carácter global de nuestros días. 

Francia sabe mucho de mostrar su mejor versión. Y quizá ese sea uno de los motivos por los que las expectativas estaban muy altas en la ceremonia de inauguración. Si a eso sumamos el planteamiento inédito, con una ceremonia repartida por la ciudad en vez de en un estadio, con el Sena como eje conductor; todo hacía prever una gran fiesta. La ceremonia de inauguración de los Juegos de París 2024 estaba llamada a convertirse en icónica y memorable. 

La bandera de los Juegos Olímpicos de París.
La bandera de los Juegos Olímpicos de París.

La ceremonia de apertura de los juegos olímpicos de París era por tanto un punto de referencia para mostrar al mundo quién es Francia. Y estuvo repleta de simbología en ese sentido. La historia de Francia, con la revolución, sus tradiciones, su moda, la música… Y con el objetivo de mostrar un país diverso. 

El poder escénico de París 

Una inauguración pensada a lo grande, aprovechando el poder escénico de París. Buscaba ser un punto de referencia de la grandeur francesa. Y para ello utilizaban registros ya conocidos en otros eventos deportivos al servicio de esa imagen-país. 

Es el caso del Tour de Francia, una ocasión en la que el país aprovecha para mostrarse cada año al mundo de manera indirecta, a través de sus recorridos, que siempre transitan por rincones icónicos del país. La ceremonia de inauguración de los juegos estaba pensada para hacer lucir a París. Una ceremonia al servicio de la ciudad, para extender su mensaje. 

Y ese era su objetivo principal. Aumentar la imagen de París como ese objeto de deseo cultural y político y a Francia como extensión, como la tenedora de ese capital intangible o ‘soft power’. 

El asunto en sí, la presentación de los equipos que compiten en los Juegos, quedaba por tanto relegado a un segundo plano. Las expediciones nacionales iban apareciendo en ‘bateaux mouches’, los típicos barcos parisinos para navegar en el Sena. Pero lo importante era el río y sus orillas, el escenario quería llevarse el protagonismo. La inauguración por tanto no dejó indiferente y se utilizó al máximo para tratar de mostrar esa grandeur francesa y esa imagen imperial de París. 

Todo en una ceremonia que también quedó marcada por la climatología, ya que la lluvia se convirtió en la invitada que nadie quería y logró colarse en la inauguración. Además, la polémica rodeó algunas escenas con críticas especialmente de sectores católicos por la performance poco convencional de la supuesta representación de la Última Cena, que, según el director del evento, respondía a otro cuadro de temática mitológica.

¿El momento de Francia?

Más allá de esta eventualidad, cabe la duda de si a Francia estos juegos y esta ceremonia le han llegado en el mejor momento. Francia a día de hoy es el reflejo de una Europa en decadencia, con unas diferencias estructurales en su interior cada vez mayores y en busca de una nueva identidad. 

Europa (y Francia) son historia, legado, son cultura, moda, música… Pero están lejos de ser un horizonte vibrante y en crecimiento, con un relato más deslavazado que quizá se haya podido percibir en la propia inauguración. 

Por eso queda la duda de si la ceremonia de los Juegos logró su objetivo de mostrar al mundo las grandezas de Francia y la grandeza de París. Quizá la ejecución fuera mejorable, pero de lo que no hay duda es de que Francia y París lograron llamar la atención, volver a salirse de lo convencional y luchar contra elementos que como los climatológicos, se escapaban de su zona de control. 

4 comentarios en “Los Juegos Olímpicos como muestra del poder blando de los países”

  1. ¿Puede un país, un continente, que se agota demográficamente no estar en decadencia?

    Lo único que ha evitado que en Europa hoy no seamos todavía menos es una inmigración que viene para aprovechar la situación económica pero que no participa (ni integrándose ni generando una nueva) de la cultura europea.

    Pero, bueno, esto es para otro tema. Me lo había suscitado la parte final de la entrada que, como siempre, es excelente e inspiradora

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