Actualmente la creación de idiomas es todo un fenómeno. Seguidores de mundos de fantasía o lingüistas de todo el globo crean lenguas y las comparten en las redes sociales, donde se abren debates y los ingenieros lingüísticos se dan consejos y aportan ideas los unos a los otros.
Los idiomas construidos pueden ser, principalmente, de tres tipos según su objetivo: para la comunicación, como el esperanto; artísticos, como los idiomas élficos de Tolkien; o filosóficos, para representar un concepto, como el toki pona, creado para expresar las cosas positivas del mundo.
Entre los idiomas concebidos para la comunicación, sin duda, lo más ansiado es encontrar un nuevo latín. Es decir, una lengua en la que todos los hablantes de lenguas románicas puedan comprenderse. Hay incontables. Incluso muchos piensan que sería una buena idea encontrar una lengua común para la UE dado que el inglés ha perdido al único país que lo postuló como lengua oficial (Malta eligió el maltés e Irlanda el irlandés).
Quince siglos después, parece que la idea de resucitar Roma, en cualquiera de sus formatos, en este caso el lingüístico, todavía nos ronda la cabeza.
Nacimiento del sabir o lingua franca
Es muy poco conocido que, de hecho, ya existió una, y no hubo que inventarla, surgió de forma “natural”. Hoy día se le conoce como lingua franca o, como lo llamaban en su momento, sabir.
En la Baja Edad Media el comercio por el Mediterráneo comenzaba a recuperar la intensidad de épocas pasadas, e incluso a superarla. El comercio entre la Corona de Aragón, Génova, Nápoles, Francia, Castilla y el norte de África funcionaba.
En ese contexto, y en un ambiente dominado, principalmente, por las naves genovesas, los marineros comenzaron a tener más contacto, realizaban más transacciones y, como resulta lógico, necesitaban comunicarse.
Las lenguas romances son bastante parecidas entre todas ellas, sobre todo en su versión escrita, y en aquellos tiempos más aún. Los marineros, por supuesto, se darían cuenta de que muchas palabras se parecían, así que solo tuvieron que adaptar o aprender algunas palabras y utilizar su propia lengua de la forma más sencilla posible para ser comprendidos. Si su interlocutor imitaba la misma técnica, la comunicación estaba asegurada.
A partir del siglo XIII ya se conocía una forma más o menos regularizada (jamás estandarizada) de la lingua franca que se creó en los puertos del Mediterráneo. Esta lengua, un pidgin, es decir, un sistema poco desarrollado originado en una mezcla para un uso determinado, existió hasta el siglo XIX. Tuvimos una lengua panromance en el Mediterráneo que sobrevivió seis siglos.
El nombre de sabir le viene, parece ser, de la pregunta que se hacían los marineros entre ellos para ver si se dominaba el código de comunicación: sabir sabir?, que quiere decir, como podréis imaginar: ¿saber, saber? En esta lengua no existían las desinencias personales en los verbos, así que podríamos traducirlo, simplemente, como ¿sabes sabir?.
Fases del desarrollo del sabir
Se le suponen tres fases. La primera sería desde su formación en la Baja Edad Media hasta el siglo XVI, época de formación con clara influencia italiana. Desde el siglo XVI al siglo XIX, en las que comienzan a surgir superpotencias como España y Turquía, cada una en una punta del Mediterráneo, y la poderosa red comercial de Venecia en el centro.
Surgirían aquí dos variedades, una oriental más italianizada, y una occidental más hispanizada, aunque hay que tener en cuenta que la mayoría del léxico siempre fue de origen geográfico italiano, lo que no quiere decir de la lengua italiana, que entonces, grosso modo, no era una lengua hablada.
Su última fase está claramente ligada a su desaparición. Con la expansión europea por las costas del norte de África, cada país fomentó el uso de su propio idioma: español en el norte de Marruecos, francés en Argelia, italiano en Libia, y el sabir se fue perdiendo a una velocidad impresionante, puesto que solo era hablado por un grupo muy concreto de gente.
Características del pidgin ‘panromance’
El pidgin era una mezcla de vocabulario de todas las lenguas romances y, en menor proporción, del árabe. Se calcula que casi dos tercios eran de origen genovés. En todo caso, está claro que la mayoría del léxico lo aportaban las diferentes lenguas italianas.
Hay fuentes secundarias como el español, el catalán, el portugués y el francés. Con el tiempo, esta lengua fue extendiéndose a puertos de la parte oriental del Mare Nostrum, y eso también modificó levemente sus fuentes. Se añadieron palabras turcas y griegas, aunque en menor proporción.
Como la mayoría de los pidgins, también era de una enorme simplicidad. Fonéticamente, destaca su sistema vocálico, formado por solo tres sonidos: a, i, u. De hecho, hay quien ha querido ver en esto la influencia del árabe, puesto que esta lengua solo tiene estas tres vocales. Los infinitivos de los verbos, por lo tanto, se reducían a -ar e -ir. No existían formas personales de los verbos, solo el infinitivo y el participio, que se usaba para el pasado. Mi sabir = yo sé, mi sabito = yo he sabido, yo supe, yo sabía… el futuro se formaba con el auxiliar va. Mi va sabir = sabré.
Para terminar, diremos que en los tiempos en que se habló, su existencia no era ni mucho menos un secreto. Se conocía como un habla de marineros, del mar, y así nos dejó constancia el famoso escritor Molière, que lo usa en su obra El burgués gentilhombre:
Se ti sabir/ Ti respondir/ Se non sabir/ Tazir, tazir = Se sabes/ responde/ si no sabes/ calla, calla